Además de la desescolarización,
la socialización es otra preocupación frecuente. Esto fue algo que no se me
ocurrió cuando empezamos homeschool. Me di cuenta de esta preocupación cuando
ya nos habíamos subido al barco de educar en casa. No representó un problema
para nosotros pues eran 5 hermanos en ese entonces, así que tenían de dónde
escoger para socializar. Sin embargo, hubo un cambio en uno de mis hijos que me
sorprendió y quiero compartir contigo.
El segundo de mis hijos es
sumamente serio con otros adultos. Cuando está entre iguales o con nosotros
habla, comparte, juego, bromea, sin problema. Pero habiendo otro adulto
prácticamente no habla. De esto me fui dando cuenta poco a poco. La primera vez
fue cuando tenía como 3 años. Unos amigos fueron a la casa y una comadre me
dijo “Ay que bueno, tu hijo ya habla.” A mí me sorprendió mucho porque tenía,
al menos año y medio que hablaba súper bien. Fue ahí que empecé a observarlo y
me di cuenta que cuando había otros adultos no abría la boca ni para saludar.
Después entró al kínder y las
maestras me decían que mi hijo no les contestaba cuando le preguntaban algo, o
que les costaba mucho trabajo que contestara. Yo les comenté que era muy serio.
Tuvo que pasar como medio ciclo escolar para que él empezara a interactuar con
más confianza con sus maestras. Yo estuve muy al pendiente de detectar si tenía
problema con alguna, pero siempre me habló bien de ellas. Sus dos años de
preescolar, tuvo su maestra favorita, pero de las otras también me hablaba
bien. Eso no quería decir que platicara mucho con ellas, pero, al menos, no
sentía yo que estuvieran tratándolo mal.
Traté de quitarle esa pena o
desinhibirlo. Cuando me pedía un dulce o algo de la tienda, le decía que si se
la compraba si iba a preguntar cuánto costaba. Era tal su miedo a preguntar que
se paralizaba y empezaban a salirle lágrimas porque no podía ir a preguntarle
al de la tienda el costo. Otra cosa que sucedió en su escuela es que al año
tenían que hacer 2 mini conferencias en el salón. Cuando le tocaba,
preparábamos el tema, lo ensayaba en casa y todo iba muy bien. Pero el día que
le tocaba hacerlo ante el salón, no le salía ni pio. Recuerdo que la maestra
tenía que acercarse a que le fuera diciendo en secreto el tema y ella lo decía
en voz alta. Mi hijito sufría mucho con esas conferencias, recuerdo que le
podía ver sus lágrimas a punto de salir porque estaba al frente del salón. Yo,
como mamá, no sabía si echarle porras, aplaudirle, salirme, recordarle que ya
sabía el tema… era una situación muy tensa.
Fue por eso que decidí llevarlo
al psicólogo. Al principio, hubo avance, pero después de un par de meses, se
estancó. Así que decidí dejar de llevarlo y predicar con el ejemplo. Recuerdo que
en esa época se nos juntaron 4 o 5 fiestas, así que aproveché y en cada una me
ponía a cantar en el karaoke. Quería que viera que su mamá era el centro de
atención y no pasaba nada. Gracias a Dios, para la última fiesta pidió cantar y
sentí que había valido la pena. Poco a poco le fui pidiendo que fuera a comprar
las tortillas, leche, etc. Yo lo esperaba por fuera de la tienda y él tenía que
hacer toda la transacción.
Cuando salió de la escuela,
seguimos trabajando en eso. Cuando menos me di cuenta, él ya no necesitaba que
lo esperara por fuera de la tienda para comprar lo que le encargaba, podía ir a
preguntar el costo de algo que quisiera comprar, saluda a otros adultos, etc. Actualmente,
juega futbol de portero y tiene casi dos meses que empezó a acolitar en Misa.
Me pregunto qué hubiera pasado
con mi hijo en la escuela si hubiera tenido que exponer a fuerzas, sin darle su
tiempo, su ritmo, para ir agarrando confianza y seguridad. Siento que, en su
caso, la “socialización” que brinda la escuela hubiera sido perjudicial para
él.
Por otro lado, mi hija mayor,
no necesitó de la escuela para ser sociable. Ella con cualquiera se acerca a
platicar, jugar, saludar, etc. Y creo que ahora que estudia a su ritmo tiene
más tema de conversación que si fuera a la escuela. Respecto a mis otros hijos,
cada uno tiene su personalidad, hay unos más sociables, otros menos, pero los
extremos son los hermanos mayores: uno tímido y la otra desinhibida.
Esta es mi experiencia. Creo que
la escuela no es la fuente de la socialización. Es un recurso que puede ser
benéfico o perjudicial, depende de cada niño. Lo más importante es el ejemplo
en casa, la seguridad que les brindemos como papás. No espero que mi hijo sea
un gran expositor, aunque luego pueden sorprendernos, pero ha llegado a un
punto en el que es capaz de pedir algo que quiere o necesita sin paralizarse
por el pánico.
Si vas a sacar a tus hijos de
la escuela, que la socialización no te cause ruido. Aunque no tengan hermanos,
pueden socializar al ir a la tienda, parque, biblioteca, con familia, y, tarde
o temprano, conocerá más familias que eduquen en casa y habrá más oportunidad
para desarrollar su habilidad para socializar. Si nos centramos en lo
importante, las demás cosas se van a dar por añadidura.
Espero que nuestra experiencia te brinde tranquilidad de que no todo tiene que ser perfecto. hay cosas que esperas cuando sacas a tus hijos de la escuela o decides no meterlos y que no se dan. sin embargo, también te vas a encontrar con sorpresas agradables en el camino y, yo creo, que serán muchas más las sorpresas agradables que las dificultades o carencias.
¡Ánimo, el Cielo nos espera!
Nos estamos leyendo.
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